Lo enga. En grande
Habamos hecho concesiones en nuestros matrimonios, negado partes de nosotros mismos, a menudo nos sentamos solos, pero quin no? No ramos lo suficientemente felices?
Un lgubre da de noviembre estaba sentada en DK Donuts, en Boise, Idaho, hablando por telfono con mi terapeuta en Londres, donde estaba mi marido, y donde yo tambin debera haber estado, si no me hubiera enamorado de otro hombre y volcado nuestro mundo.
Fue una traicin espectacular. Haca aos que estaba unida a la mujer de David, como l lo haba estado a mi marido. Compartamos largos almuerzos dominicales, comidas en vacaciones, tenamos cinco dcadas de matrimonio entre todos y cinco hijos. Aunque siempre hubo una atraccin ligera entre David y yo, nunca hablamos de ello.
Sin embargo, en los meses que transcurrieron entre la mudanza por trabajo de mi marido a Londres y el final del curso escolar en Idaho, cuando yo planeaba reunirme con l y nuestros hijos adolescentes, David y yo cruzamos una lnea. Nos encontramos en un viejo bar del oeste una noche despus de una recaudacin de fondos. Toc una banda, bailamos demasiado cerca y dijimos cosas de las que no pudimos retractarnos, aunque lo intentamos al da siguiente, y seguimos intentndolo, hasta que la atraccin fue demasiado grande.